Un párrafo de Joseph Roth, II

Hacía, al menos, unos ocho o nueve años que había leído por primera vez pasajes de la novela –La cripta de los Capuchinos– para realizar un trabajo de una asignatura de la carrera de Filología Alemana; de aquella lectura recordaba dos cosas: que había pedido el ejemplar prestado de la biblioteca y una frase de los primeros capítulos que me había llamado poderosamente la atención: «El café olía como una segunda mañana». Mentiría si dijera que recordaba algo más, aparte de que había estado en Viena visitando la cripta de los capuchinos con mi mejor amigo en la primavera de 2009, de que vimos, entre otros celebérrimos sarcófagos, una de las tumbas que aparecen en el libro y el pequeño detalle de que uno de los personajes era vendedor ambulante de castañas. Cuando se estudia filología, la bisoñez propia de la juventud, la inconsciencia y el apremio en la entrega de trabajos de todo pelaje, empujan a que se lea del mismo modo que un mercader de telas o de joyas examina la calidad del material. Es una lástima, nadie enseña a leer de verdad; como si leer de verdad fuera perder el tiempo.

Leer es otra cosa, leer es leer sin más motivo que el reencuentro con el lector que somos; es algo que se parece mucho más a lo que hice durante las noches y las madrugadas de esta semana y no a lo que había hecho durante aquellos años en los que acumulé lecturas y lecturas, bolígrafo en mano y con un sentido pragmático. La lectura, como el amor, requiere de años de entrega y dedicación. Leer es una consagración silenciosa a las palabras de los demás, un devaneo perenne con uno mismo, una transfiguración voluntaria.

De otro modo, no puedo perdonarme el haber olvidado el párrafo de la página 21 en el que Joseph Roth describe cómo el narrador se enamora de una joven, de la voz ronca de una joven que es como el murmullo de una fuente subterránea, como el traqueteo de los trenes en la lejanía que se pueden percibir a lo lejos durante las noches de insomnio. La literatura es capaz de expresar lo más recóndito de una forma tan veraz, tan completa y tan precisa que, en ocasiones como la de esas palabras de Joseph Roth, sobrecoge y estremece por su capacidad de concreción.

Ese párrafo estaba escondido en un libro sin índice y con las páginas mojadas, a dos euros bajo la lluvia sobre el expositor de un anticuario de una pequeña ciudad perdida de Alemania. Creo que es a lo máximo que puede aspirarse.

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4 comentarios en “Un párrafo de Joseph Roth, II

  1. Muy buena reflexión sobre la lectura a partir de uno de los mejores escritores alemanes y muchos recuerdos ciertos de la carrera. Me has hecho volver a querer leer a Roth.

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