Una de esas cosas que se dicen

Pensaba que era una de esas cosas que se dicen, simples habladurías o lugares comunes; pero tengo que admitir que es cierto o eso quiero pensar, o quizá no me quede más remedio que convencerme a mí mismo y olvidarme al mismo tiempo de mi capacidad para persuadir mi pensamiento. A veces, creo que pensar es darse la razón a uno mismo y, aunque trate de hacerlo lo menos posible, me la termino por dar casi siempre. Quería decir que con la edad, con el paso de los años, se valoran cosas que hace un tiempo carecían de la más mínima importancia o eso me viene ocurriendo y eso trato de poner por escrito. Parece que se pensara a flor de piel, que se leyera con una mirada menos lóbrega, menos sórdida, menos acomodaticia y que hubiera menos distancia entre las palabras y las emociones, como si se fuera capaz de adoptar una indefensión escogida, una licencia para ilusionarse con pequeñeces.

Leí hace poco que en la ciudad de Medellín, en Colombia, se ha puesto en marcha un programa de lectura para personas mayores que han perdido la vista o que, simplemente, sufren de una soledad impuesta. Jóvenes de la ciudad se acercan a las casas de los ancianos y les leen capítulos de una novela, poemas o el texto que ambos tengan a bien concertar. Y quise ser uno de los jóvenes que acudía a las casas de los ancianos y quise ser el anciano al que le leyeran y quise ser el libro que estuviesen leyendo y, no sé muy bien cómo, fui todo ello durante un instante mientras leía la noticia. Y lloré y aunque eso, en realidad, no signifique nada, sentí de algún modo que existir merecía la pena.

Me estoy haciendo viejo, menos mal.

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8 comentarios en “Una de esas cosas que se dicen

  1. «Y quise ser uno de los jóvenes que acudía a las casas de los ancianos y quise ser el anciano al que le leyeran y quise ser el libro que estuviesen leyendo».

    Preciso…yo quise seguir leyendo!

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  2. Sublime texto. Una experiencia digna de imitar en Cuba donde la población ha envejecido vertiginosamente, por lo pronto, la próxima vez que vaya a por mi madre lellevo algunos poemas míos y esta crónica para leerle. Gracias

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    • Muchísimas gracias por el comentario y por esa futura lectura. Los libros son el mejor punto de encuentro, tanto de los que se quedan solos, como de los que pueden ofrecer su compañía. Mi madre le leía a mi abuelo unos cuentos de Pushkin que dejé por casa, cuando ya estaba a punto de abandonar la vida y él parecía disfrutarlos de verdad.

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  3. Magnífico, Fernando. Tanta emotividad ya no es, desafortunadamente, común. «Todo el mundo es máscaras; todo el año es carnaval» -dice Larra- Esto pasa hoy con las emociones, con la redacción sincera de la gramática del corazón. ¿Por qué nos costará tanto? Sí: es probable que sea porque detrás de cada emoción hay un interés nada emocionante; o porque el afán de conocimiento -creo que fue Nietzsche quien lo anotó- está suplantando nuestra capacidad de ser «verdaderamente humanos».

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    • Gracias por el comentario, siempre se aprende algo más contigo. Supongo que nos cuesta hablar de las emociones por lo que tiene de exposición, patetismo o abertura peliculera poco creíble para algunos o porque pareciera algo reservado a otros medios de expresión: la música, el cine o, en general, lo audiovisual. Además, para que sea auténtica al escribir exige contención y síntesis, es algo muy extraño, porque hay que comprenderla primero.

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