Como autor de reseñas, todavía no se recoge la palabra reseñista en el diccionario, uno de los momentos más tristes es el de sentir que lo que estás leyendo ni siquiera merezca una reseña y preferir el silencio y la nada a la escritura de una crítica destructiva. Lo último que deseo es destrozar las ilusiones de la persona que se encuentra al otro lado de las páginas, sean estas de papel o electrónicas, lo mismo da. No hay sensación que se le parezca, si acaso esas penosas ocasiones en que se nos quema, por despiste o por descuido, la comida en la olla o en el horno.
Sin embargo, nadie en su sano juicio sirve un plato carbonizado en la mesa de un restaurante o un arroz tan pasado que se asemeje a la pasta de un puré cuando se invita un día a comer a casa a los amigos, qué sé yo. Un libro es alimento o, incluso, un acto público, el verbo que se utiliza es publicar un libro, que requiere una higiene mínima. Y por mucho que trato de leer esos libros con supuestos poemarios arrítmicos, prosas poéticas que no son ni prosa, ni poesía, ejemplares trufados de faltas de ortografía, nobles intentos de novela sin un mínimo respeto a la puntuación, termino desistiendo agotado y me levanto, como se levanta un comensal de la mesa del restaurante al que le han servido una sopa llena de pelos o una ensalada sin limpiar, a veces incluso habiendo pagado amablemente la cuenta por adelantado.
Me pregunto qué hacer con el silencio de lo no escrito en mi interior, ese silencio que pesa incluso días después, incluso ahora que voy camino a Berlín en el tren y veo a la gente leyendo y, sobre la espesura verde y amarilla del paisaje soleado, siento una íntima tristura sin nombre. La tristura de la incomprensión y del silencio, la intimidad del reseñista que no ha escrito, aunque la palabra no se recoja todavía, y que es una desilusión invisible,
¡Ay madre!… y ahora leo esta entrada tuya. Si sé que estas de viaje, no te envío nada. Yo, sin ser reseñista, me he tenido que morder la lengua muchas veces… y no por la ortografía (tengo que corregir muchas mías primero), sino por lo plano de los personajes y la falta de sentimiento de lo escrito.
Besos, Fer.
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Corrección enviada… los amigos están para algo…
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¡te como la cara!… (expresión de por aquí… y mía)
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INTERESANTE
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