La nevada

Anoche tuve una de las peores pesadillas que recuerdo. Es imposible tratar de narrarlo, por eso voy a tratar de escribir aquí los fragmentos que puedo recomponer. Mi cuerpo se convertía en una oscuridad que me absorbía y que, al mismo tiempo, desaparecía haciendo remolinos sobre mí mismo como si me desaguara. Se proyectaban sobre la habitación, sobre la habitación en la que me encontraba durmiendo en la realidad, diferentes escenas que no existían para nadie más sino para mí.
No sé cómo, sentía que giraba cada vez más hondo y era capaz de ver con nitidez cada una de las escenas de forma simultánea, como si me sintiera alejar sin alejarme: un mostrador en el que había dos hombres gritando con una voz desagradable y aguda, una habitación de cristal en la que había dos enormes panteras de un extraño color luminiscente, una casa que sé que no existe y con la que sueño de forma recurrente y en la que hay un enorme agujero que abre el suelo como si fuera un cráter cuya verticalidad no termina nunca. Me encontraba en las cuatro situaciones y giraba y giraba, los hombres me aseguraban, confundidos, que ellos no estaban gritando cuando les pedía que bajaran la voz, las panteras se abalanzaban sobre mí y comenzaban a despedazarme, me asomaba al quicio del parqué destrozado en el que comenzaba el cráter y veía en el fondo algo parecido al reflejo de unas aguas en las que se espejaba un rostro que trataba de darme la espalda cada vez que me asomaba. Y giraba y giraba y la oscuridad me iba tragando, hasta que llegado el punto de la desaparición total, de la ausencia de corporeidad, me convertía en mi propia sensación de desconsuelo y me acercaba a los hombres de la voz aguda que me tomaban por loco, a las panteras que me despedazaban, al ser del fondo del cráter que trataba de mirarme, y los absorbía en mi propio desconsuelo, y llegaba un punto en el que desaparecía conmigo la habitación y solo era esa oscuridad desconsolada que latía en lo invisible. Era la esencia de una desaparición en círculos. No sé explicarlo mejor.
Me despertaba, todavía convertido en esa oscuridad que viraba como si fuera mi nuevo estado natural, sin saber que estaba dentro de otro sueño, y me encontraba en la misma habitación en la que dormía. Me veía dormir y, tras un extraño momento de absoluta conciencia, mi yo dormido se despertaba y veía la enorme oscuridad que flotaba sobre él en la habitación y que él no sabía que era yo al verme, al vernos ambos, sintiendo que trataba de atraparnos, me he despertado.
A veces despertarse supone un verdadero alivio. Lo extraño es que, al asomarme a la ventana, había caído una nevada enorme y he vuelto a pensar que todo era un sueño, hasta que me han confirmado que estaba despierto y que era cierto que había caído una nevada.

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