Por fin: Reseña de «El poeta que prefería ser nadie» de Jaime Fernández, Hermida Editores

El libro del que llevo varios días tratando de escribir una reseña quizá sea el mejor libro que he leído nunca sobre literatura, podría decirse que ha sido el propio libro el que me ha ido releyendo los pensamientos mientras lo leía, por muy cortazariano que pueda resultar este hecho, es tan veraz como que Gregor Samsa se despertó un día en su cama convertido en un monstruoso bicho. Según leía cada uno de los quince ensayos que conforman el libro no dejaba de pensar que por fin alguien lo había entendido, es decir, existía una persona en el mundo, un lector, un ensayista que había entendido de qué trata la incertidumbre y la certeza de la escritura, de la lectura, de la búsqueda y del encuentro de libros que nos permiten dejar de ser nosotros mismos para terminar de serlo.
En defensa de mi entusiasmo diré que no he leído pocos libros de teoría literaria a lo largo de mi más o menos dilatada vida de lector, si es que se pudiera llamar teoría literaria a lo que escribe Jaime Fernández. Podría citarlos, pero no viene al caso, porque quiero hablar de lo que he sentido al leer a Jaime Fernández, del que en la faja del libro se dice que es periodista y ensayista literario, en ese humilde y desajustado orden. Ya era un buen síntoma el hecho de haber llegado a «El poeta que prefería ser nadie» a través de Robert Walser. Me hallo inmerso en el proceso de escritura, que es lo mismo que decir de relectura y de documentación, de un artículo sobre la prosa del autor suizo. Publiqué hace poco en esta misma web uno de los descartes a modo de borrador con los que suelo desahogarme antes de afrontar la escritura definitiva y de los que, con suerte, suelen sobrevivir un fragmento, una frase o el embrión de un pensamiento. El mágico y extraño logaritmo de WordPress me condujo tras publicar la entrada sobre Robert Walser a la página de Jaime Fernández (https://enlenguapropia.wordpress.com/), en ella descubrí una voz y una manera de contar así como de escoger los temas de sus artículos que me resultaba tan cercana e interesante, con perdón de la concatenación de dos adjetivos, que no dudé en hacerme con «El poeta que prefería ser nadie», que era lo mismo que decir el nombre de Robert Walser. Para mí era como si el libro se llamara Los pensamientos de un lector de Robert Walser: sabía que ese poeta que prefería no ser nadie era el autor suizo.
Pero «El poeta que prefería ser nadie» no solo es un libro acerca de Robert Walser, sino un libro acerca de la concepción de literatura, del abocamiento a la lectura y a la escritura de autores de obras maestras, de la imposible y necesaria diferencia entre la escritura y la vida de los autores, de los muertos que regresan aunque no del todo en las novelas cortas de Balzac o de Hawthorne, de la relación fetichista con los paraguas de ciertos autores, del peligro que supone el fuego para los libros, de la dificultad que entraña la escritura para el escritor, de la naturaleza ambigua del lenguaje o de la amenaza que se cierne sobre el autor en el uso de los adjetivos. Aquí he de hacer un impertinente y walseriano inciso personal: yo mismo viví y escribí en carne propia como una vez los adjetivos estuvieron a punto de matarme y también me salvaron la vida el 11 de marzo de 2004, día que se me asignó en la universidad para una exposición sobre el artículo que se dedicaba al adjetivo en El esbozo de la gramática de la lengua española, y al que le dediqué tanta madrugada que acabé por despertarme diez minutos después de lo planeado, un ínfimo detalle que entonces me libró de tomar un tren cargado de explosivos. Fue algo que no olvidaré jamás.
Jaime Fernández logra conjugar la sencillez y la claridad de su estilo, imbricándolo a los mejores pensamientos de la historia de la literatura. Por las páginas de «El poeta que prefería ser nadie» se pasean, cito de memoria, las ideas de Cervantes, de Thomas Mann, de Kafka, de Dostoievski, de Walser, de Joyce, de Pessoa, de Lobo Antunes, de Josep Pla, de Zola, de Paul Auster o de Chéjov con la afabilidad de un acompañante de viaje o de un amigo o de un hermano que decide quedarse más de lo previsto por el placer suscitado por la conversación. El libro, publicado por Hermida Editores en su colección El jardín de Epicuro, es un antídoto contra la necedad y la simpleza imperantes a nuestro alrededor, escrito en un castellano cristalino, casi diáfano, de una perspicacia y lucidez que atrapan tanto por su sutilidad como por su ironía.
Más que un libro, «El poeta que prefería ser nadie» es un remanso para grandes lectores, un alivio para escritores desorientados (todos lo son), una mitigación o un refugio al que regresar. Es una obra que llevaré siempre conmigo, como aquel escritor que llevaba un ejemplar de Shakespeare con él por si acaso le daban el día o el paraguas de Walser o de Kierkegaard.

Por fin.

Hazte un favor como lector y cómpralo si no lo tienes: El poeta que prefería ser nadie, de Jaime Fernández

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3 comentarios en “Por fin: Reseña de «El poeta que prefería ser nadie» de Jaime Fernández, Hermida Editores

  1. hace tiempo, hablaste de este autor y lo busqué quedando prendada para siempre— tiene una «oda al botón» un par de líneas hay una cierta identificación al hablar de un objeto al que nadie presta atención con la idea que has narrado… por ahora está en mi mesita de noche
    » «Los Hermanos Tanner»– Como siempre, un placer leerte…

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    • Gracias por el comentario, Dianne. Herman Hesse decía que si el mundo tuviera 100.000 lectores de Walser sería un lugar mejor; halago que, pese a su veneno como casi todo halago, es cierto.

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