Es un síntoma de lo extraño de los tiempos que vivimos, que haya que explicar nociones y conceptos tan sencillos como que el género gramatical o la desinencia de las palabras no tienen nada que ver con el sexo de tal o cual profesión o persona a la que designen. Nadie pondría en duda que la palabra voz es una palabra de género femenino en español, así lo acredita el título de un celebérrimo poemario de Pedro Salinas: La voz a ti debida.
Nadie pondría, asimismo, en duda que existen profesiones que terminan en a y que se refieren a ambos sexos: el o la economista, el o la astronauta, el o la electricista, el o la artista, el o la transportista. Ello no conlleva ningún tipo de exclusión o inclusión social. En cuanto a las palabras provenientes de participios presentes, lo correcto sería utilizar la terminación en e para todos los casos: el o la presidente, el o la estudiante, el o la asistente, el o o la cliente, el o la sirviente, el o la docente. Sin embargo, hay palabras que, debido a la generalización de su uso han terminado por formar parte del vocabulario: la presidenta, la sirvienta, la asistenta, la clienta (aunque esta en menor medida); a nadie se le ocurre utilizar la palabra «estudianta» o «docenta» para referirse a los estudiantes o los docentes. Ello confirma que, caso de producirse modificaciones, se pueden dar, no siempre con fortuna, en palabras provenientes de participios presentes. Este fenómeno parece ser que hubiera abierto la caja de Pandora, en la que lo último que se perdía era la esperanza (o «el esperanzo»).
Resultaría paradójico escuchar a alguien decir que los economistas, transportistas o electricistas se sienten discriminados porque la palabra que designa su profesión termine en a y exigieran el uso de «economistos», «electricistos» o «transportistos».
Tan absurdo como sería exigirle a alguien que se llama Irene, que modifique su nombre y que se llame, a partir de entonces, Irena, para que no se produzca una exclusión de sexo en su propia identidad.
Quiero decir que el uso de la palabra «portavoza» está condenado al fracaso de antemano porque es antinatural, la voz es de género femenino de por sí y, por tanto, los hablantes (o, quién sabe, las «hablantas») no caerán en una redundancia incómoda: la gramática es un sistema en el que suele predominar una voluntad lógica. Si lo que se persigue es la consecución de una sociedad igualitaria, hay muchísimas cosas que requieren una mayor atención, por ejemplo, una ley por la igualdad salarial en las empresas (o «los empresos») o una mayor flexibilidad para la conciliación familiar y la dignidad por la disponibilidad de tiempo, sea del tipo que sea la familia. Por no hablar de una ley de educación en valores democráticos como el respeto mutuo, la comprensión del mundo y la capacidad de relacionarse de una manera sana con nosotros mismos y con los demás. Que se llame la atención o se ponga el dedo en la llaga sobre estos temas mediante una técnica de publicidad encubierta, me parece fenomenal; sería mucho mejor que al hacerlo, se pensara también en hacerlo con sensibilidad y una mayor inteligencia para no incurrir en errores y que los que dedican su vida al estudio de la lengua no se sientan tampoco menospreciados y excluidos y se les de pie, con razón, al exabrupto y la ironía.
El género gramatical no tiene nada que ver con el sexo, por mucho que se empeñen en decirnos lo contrario. El cuadro y la silla, la mesa y el plato, el sol y la luna, son palabras que en otros idiomas, como en alemán, no comparten género gramatical con la lengua española, lo que prueba que el género gramatical es una manera de coordinar con lógica el sentido de lo que se dice o escribe, es decir, se debe a la arbitrariedad de su propio sistema. Por ejemplo, las palabras provenientes del griego que derivamos en a, son de género masculino: el programa, el tema, el problema, el morfema, el lexema, el teorema, el lema, el fonema. ¿De qué es síntoma todo ello? No todo tiene una traducción sociopolítica, ni las palabras, ni los palabros.
Lo que cuenta es distraer nuestra atención con tonterías de ese tipo. No se llega a la igualdad, como tu bien dices, cambiando una vocal. Ni el feminismo va a lograr más cosas por lo mismo, ni el machista va a dejar de serlo. Ahora bien, el significado de la palabra y su uso, es muy importante para llegar a cambiar, en un futuro, el concepto sobre algo. Hace unas semanas, hubo un pequeño revuelo con la palabra «fácil», bueno, más bien con la 5º acepción que la RAE recoge: [mujer] Que se presta sin reparo o recato excesivos a las relaciones sexuales.
Ante esto, he leído a todo el mundo pedir que se incluya al «hombre» también dentro de esa acepción. Me parece absurdo, porque por lo general, el hombre no tiene muchos reparos a la hora de las relaciones sexuales (¡¡¡Aleluya!!!). Eso, en un futuro no cambiaría nada, por el contrario, si descartaran por completo esa acepción, quizás las nuevas generaciones no crecerían con ese concepto.
Lo mismo que la Constitución queda obsoleta, la RAE también. Y ser modernos no es incluir nuevas palabras, si no también modernizar algunas acepciones. El género gramatical nada tiene que ver con el sexo, pero el uso de la palabra si pueden ser machistas.
Vamos, que cuando me tocan temas que invitan a un debate, me enrrollo que no veas… y me dejo llevar y hasta te cambio el tema. 🙂
Me gustaLe gusta a 2 personas
El diccionario de la R.A.E. es descriptivo, es decir, recoge lo que los hablantes utilizan. Si la gente utiliza la palabra «fácil» con esa acepción, no es solo culpa de la R.A.E. el recogerlo en el diccionario, sino de que la gente la utilice con ese significado. La lexicografía es siempre posterior al uso, cuesta que una palabra entre en los diccionarios precisamente por eso. El diccionario es obsoleto por necesidad, su razón de ser es recoger el vocabulario que se utiliza. No sabes la de palabras que han muerto desde entonces, consulta el tesoro de la lengua y las verás. Lo que ocurre es que el diccionario es un espejo y, como sociedad, si no nos gusta lo que vemos en el espejo, pedimos que nos cambien el espejo. Lo que Valle-Inclán denominó como esperpento era precisamente ese reflejo que no queremos ver y que somos. Mil gracias por tu comentario y tus aportaciones, como siempre.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Muy bien, Fernando. Copio el enlace en mi FB. Yo pienso exactamente igual, y añadiría, entre las cosas que merecen mayor atención, la de enseñar mejor, la de formar cuadros docentes capaces de poner freno a esos desmanes procedentes del lenguaje sociopolítico y de una trabucada asimilación -como dices muy bien- de género y sexo, de gramática y anatomía. Y, además, capaces de transmitirlo a sus discentes.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchísimas gracias por hacerte eco de lo que aquí he tratado de explicar; el concepto de «asimilación trabucada» me lo apunto. Resulta ridículo asimilar género gramatical y sexual, basta con pensar en el nombre que reciben vulgarmente nuestros propios sexos (la po… y el co…) para caer en la cuenta o en el cuento.
Me gustaMe gusta
INTERESANTE LECTURA
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias, Pippo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Totalmente de acuerdo; la lucha femenista deberiera encauzarse hacia otros combates desde mi humilde opinión. También destacar, y siempre desde mi perspectiva, la gran labor que desarrolla » la portavoza» Irene, Creo que habría que pasar un tupido velo sobre estas desafortunadas proclamas…
Me gustaLe gusta a 1 persona
La creación de palabras es un acto poético, Ortega y Gasset creo la palabra “vivencia” a partir de Erlebnis, la palabra alemana. Hasta el empresario que bautiza un producto contrata a un creativo publicitario para ello. Con todo esto quiero decir que les ha faltado originalidad y acierto, no seré yo quien juzgue su labor política, ahí ya no me meto, porque el inexperto soy yo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Excelentísima reflexión, amigo Fer. Este debate no es ni feminista ni antifeminista. Eso quisieran. La sociedad está enferma de cursilería y no sabe hablar sin respetar la tradición cultural vigente. ¿No estudiaron que el sufijo «-ista» designa profesiones? ¿y los genéricos, creados para respetar la economía lingüística? No saben quién es Chomsky ni les importa. El caso es hacer ruido aunque les lluevan piedras. Asco me dan. Un saludo. Tu artículo es de premio.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Muchísimas gracias, Letraherida. Tus palabras siempre me alientan a seguir escribiendo. La economía del lenguaje es una de las arbitrariedades del español que hay que tener siempre en cuenta.
Me gustaLe gusta a 1 persona
¿Y por qué tiene que ser portavoz/portavoza y no portavoz/portavozo?
Me gustaLe gusta a 1 persona
¿Por qué no el portavoz y la portavoz? Sería tan extraño como llamar “poeto” a un poeta, o avestruzo a un avestruz.
Me gustaLe gusta a 1 persona