He visto atardecer dos veces en el Gran Cañón del Colorado, bastan para toda una vida. Procurábamos encontrar un hueco alejado de los miradores, buscando el silencio que ocupan los turistas, ese silencio inmenso y misterioso que parecía estar tallado en el aire, como en una recóndita espesura vertical sobre las rocas.
Durante el día era inevitable escuchar la algarabía de los grupos de turistas, todos utilizaban adjetivos parecidos en sus respectivos idiomas para referirse al paisaje: maravilloso, increíble, precioso, bello. Como si el paisaje no bastara por sí mismo para definir su belleza, también procuraban conseguir la aprobación de sus interlocutores asintiendo, para ellos la hermosura era cuestión de convencimiento. Me di cuenta entonces de qué pocas son las palabras y de que dentro de mi silencio había una historia.
Cuando yo era niño, mi madre me mandaba siempre a que le comprara tabaco, siempre Marlboro, no podía ser de otra marca. Muchas veces tenía que volver a subir a casa y devolverle las monedas porque no lo habían repuesto. Entonces no era necesario que nadie activara una protección; la dependiente del videoclub, todavía existían los videoclubes de cintas VHS, me conocía y supondría que era para mi madre. En el vientre de la máquina de tabaco siempre había una foto enorme del Gran Cañón del Colorado que anunciaba el tabaco americano que fumaba mi madre y que cambiaban cada cierto tiempo. Aquellas fotos maravillosas me llegaban a impactar tanto, que luego se colaban entre mis sueños y se convertían en el escenario de muchos de ellos.
Allí, en silencio frente a aquellas rocas, me di cuenta de que mi madre no solo me había mandado a por tabaco, sino a que viera aquellas soberbias fotos para que, algún día, visitara en su lugar aquel paisaje de ensueño, al otro lado de la máquina de tabaco.
He tenido la inmensa suerte de poder disfrutar de esas vistas y, no sé si quizás fue mi juventud, pero yo no pude articular palabra.
A veces me gusta pensar que, si prestásemos más atención a todo lo que nos rodea, descifraríamos muchas de nuestras propias incógnitas.
Saludos.
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Cuando se está ante algo tan hermoso, nos damos cuenta de que las palabras son pocas y de que debería haber palabras especiales, para usarlas una o dos veces en la vida. Quizá eso es lo que el silencio expresa. Gracias por el comentario, Elia.
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Es increíble como te puede transportar el silencio sin necesidad de palabra ni comentario alguno.
Muy bonito, me encantó
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Gracias Úrsula, siempre tan generosa y vitalista en tus apreciaciones.
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De nada Fer, siempre es un placer leerte!
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No sabes cómo me alientan este tipo de comentarios, muchas gracias.
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Me alegra mucho, Fer!
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Qué bonita historia, y el hecho de que te teletransportara a aquellos días con la visión del paisaje.
PD. Nunca he estado allí, pero tiene que ser imponente. Un saludo ☘
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Es un lugar que te deja sin palabras. Gracias por el comentario y por la lectura, Yai.
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Es precioso que en un mismo texto relaciones un paisaje tan bello que te deja sin palabras con el recuerdo de tu madre. A veces me pasa eso con tus posts que me faltan las palabras para poder hacerte un comentario como es debido. Gracias Fer por estos regalos que nos haces.
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Gracias a ti por leer y por atreverte a dejar un comentario tan generoso.
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