Melancolía I y La habitación sumergida II

Sólo se es, si se escribe. Hay veces que las palabras acuden al rescate como si intuyeran la nada que comienza a arrinconarse en la mirada. Los libros terminan por encontrarnos, como La habitación sumergida II de Sandra Sue que, después de atravesar el continente en un paquete de cartón, se ha incrustado esta tarde en la rejilla del buzón del portal. No sé si lo ha traído un mensajero o una bandada de pájaros. Me inclino por lo segundo, como el título del libro.
Tras hundirme en la lectura de los primeros relatos he vuelto a reencontrarme, de forma inesperada, en las palabras de S.Sue. Enfermo o no, la realidad es que tengo la sensación de seguir desapareciendo, disipándome, cada día que dejo pasar sin escribir o, mejor dicho, he comenzado a sentir la necesidad de disipación, un dejar de ser para ser, a través de la lectura de maestros como Robert Walser o la relectura de las primeras novelas de Dostoievski, esas que tantos críticos denuestan y que, en el fondo, son el germen de tantas otras novelas tomadas hoy por obras maestras. Creo que nunca he estado ante un texto más hermoso y profundo en lengua alemana como lo es Geschwister Tanner (Los hermanos Tanner). He llegado a pensar que no había sido lector de nada hasta el momento de leer esta novela, como si el resto de libros hubieran sido un prolegómeno o preámbulo hasta experimentar el hechizo, la belleza y la sencillez de un intento de novelista tratando de escribir un intento de novela, algo que solo he sentido ante la visión de la fragilidad que sustenta y se dibuja en el aire en la últimas esculturas que Miguel Ángel dejaba a propósito a medias durante sus últimos días de vida. Recuerdo que, hasta no hace mucho, detenía el documental una y otra vez para ver aquellos fragmentos que casi parecían flotar en el televisor del salón de casa; ahora detengo la mirada sobre las páginas de Walser y me parece imposible acumular tanta belleza y sensibilidad en tan poco espacio.
Quiero agradecerle también a José, el locutor de La voz silenciosa, que leyera esta semana en su programa Melancolía I, uno de los últimos textos que he escrito o escribí, y que me ha hecho, como siempre, muchísima ilusión escuchar en su voz, como si las palabras dejaran de ser mías para ser de otro.

Hay veces que las palabras acuden al rescate.

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7 comentarios en “Melancolía I y La habitación sumergida II

  1. Fernando, humildad infinita confesar no saberte lector (de nada) hasta tropezar con el texto que te hechizó sin mesura. Y qué bello que el hechicero sea el maestro Walser, la sencillez y pureza en la palabra. Me enamora el sendero de tu idilio con la literatura. Un abrazo.

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    • Te agradezco la profundidad del comentario y de tu lectura, como siempre. La confesión es una realidad, al leer a Walser tengo la sensación de estar ante algo imposible, por la sencillez y por la pureza como bien has definido. No me siento sobrepasado de ingenio y sabiduría como cuando se lee a Borges o a Cervantes, es algo distinto. Otro abrazo.

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