Retomo la lectura de Heinrich Böll, uno de mis escritores alemanes favoritos, solo por el placer de transitar una misma sintaxis conocida y una sensibilidad afín a los detalles y la durísima femineidad de sus personajes, por llamarlo de alguna manera. En sus novelas, como en la vida real, las mujeres son las que más crudo lo tienen. Recomiendo, para hacerse una sucinta idea de lo que quiero decir, la lectura de Gruppenbild mit Dame (Retrato de grupo con señora) o Die verlorene Ehre der Katharina Blum (El honor perdido de Katharina Blum). Ésta es la relectura en la que estoy sumido desde ayer y no deja de sorprenderme lo actual de su estructura, casi lo profético en las formas de tratar la información de ciertos medios de comunicación sensacionalistas.
De lo que venía a escribir, sin embargo, es de un breve párrafo incrustado al principio de la novela, el capítulo 5. Un pequeño apartado, apenas sin importancia para la trama principal, en el que se recoge el testimonio de un funcionario organizador del carnaval, vinatero y representante de una marca de champán en el que se recalca lo importante que ha sido que la noticia de un asesinato cometido, al parecer, con el disfraz puesto en pleno carnaval, se haya dado a conocer el lunes o ya el miércoles de ceniza, puesto que de otro modo el ambiente se habría venido abajo y los negocios se hubieran ido al garete, el desenfado y el alborozo, dice tal personaje, requieren de la confianza, de la confianza en los disfraces, venía a decir.
Un brevísimo párrafo que me dejó pensando horas después y lo sigue haciendo todavía y que no recordaba de la primera lectura, hace al menos trece o catorce años. ¿Por qué lo habría dejado allí Heinrich Böll justo al poco del comienzo su novela? Las tres identidades del vinatero anónimo podrían parecer irónicas o mordaces, una clara y evidente muestra de los intereses que esconden sus palabras. La intención del autor pudiera parecer una crítica clarísima, pero no lo es, es una realidad tan evidente como absurda, el extremo del sentido común, el hilo del que penden el flujo de los mercados y la especulación, el destino y la normalidad de millones de personas: la confianza. El vinatero aliviado por la tardanza en la difusión de la noticia, por mucho que nos neguemos, lleva razón, aunque ésta sea una razón perversa: la diversión de miles de personas y el negocio se salvó gracias a que la noticia se diera a conocer unos días más tarde.
Einstein demostró que el tiempo era relativo, Böll nos demuestra en ese breve pequeño párrafo que la moral, cuando se trata del negocio, también lo es. Da igual que sea el año 1976 o el 2018.
Un comentario en “Un breve párrafo”
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Interesante recomendación. Apuntado en la lista.
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