Y cuando las palabras como nubes
vuelan sobre la página,
y nada importa más que contemplarlas
y el mundo entero a solas se destruye
para mirarse en ti, para mirarse en mí.
Cuando regreso aquí al puro blanco
a este solo entregarse en el vacío
de lo que queda dentro del silencio,
como sangre que nombra pronunciando tu nombre,
cual luna o pensamiento que se huye,
bandada azul de pájaros, mirada
que un día fue de niño para darse.
Y ser latiendo una acumulación
de instantes, de mentiras, de ficciones,
tu rostro reflejado al fondo de aquel pozo
una tarde de sol,
días que los demás han olvidado,
no han de volver siquiera a su memoria,
a qué memoria,
sabías bien que poco importa
todo se existe al fin para evocarlo.
Siempre has estado aquí, al otro lado,
coleccionando el último momento,
la última sonrisa, el roto llanto,
no era otra cosa el tiempo,
no fue otra cosa el tiempo
que este vaso carnal de sentimientos,
desnuda copa,
mano oscura de quien bebo.
Siquiera un día ya, después de muerto,
podrán beber de él, saber de él,
desde tu celda, los que contigo estamos,
los que a tu lado fueron.
Estoy convencida de que desde donde esté, te lee y te conoce a través de esa maravilla común que poseéis, que son las palabras, una literatura pura y hermosa; un don a la altura de lo que eres, de quien eres.
Ambos sois muy grandes.
Me gustaMe gusta