Der Vorleser

Siempre he tenido algo de reparo a leer lo que escriben autores que están vivos, por aquello de no tener la suficiente distancia en el tiempo como para saber si ha sobrevivido, o si ha caído en el olvido, si merece la pena o es producto del marketing.
Empiezo a ver que, como en otras muchas cosas, me he equivocado al pensar así, y que voy a tener que empezar a pensar lo impensable y a leer algo -mucho más- de literatura contemporánea, aunque sea en otros idiomas como en alemán.
La expresión Best-seller es algo que me aterra, pero tratando de olvidarme de ella, me acerqué a un libro escrito por Bernhard Schlink que se llama Der Vorleser, en español, El lector (El que lee en voz alta). No sé si por escuchar hablar tanto de la película, o por casualidad, el caso es que el libro cayó en mis manos allá por el mes de Noviembre, y simultaneando lecturas, pues siempre leo cinco o seis libros al mismo tiempo que no a la vez, lo he tenido un poco olvidado hasta que hoy he encontrado el momento de darle su lugar y terminar la deuda que tenía con la historia, que a medio camino, todo hay que decirlo, me decepcionó un poco.
No voy a tratar el argumento, que como siempre es lo de menos, lo que más me ha gustado es la capacidad de observación interior del narrador y las descripciones a lo largo del tiempo, el cómo una persona puede ver una cosa de mil formas distintas, siendo en realidad todo una misma cosa igual, y los diferentes niveles de verdad que hay dentro del ser humano a lo largo de su vida, dependiendo a quién se dirija. Sobre todo me quedo con la sensación de incertidumbre que rodea a todas las páginas.
La literatura en sí, es una protagonista más de la novela, y de alguna forma es una tabla de salvación o una forma de desasirse de la vida, sea cual sea la culpa con la que cargue cada uno. Creo que tiene mucho mérito el haberla incluido de una forma tan natural, en una historia tan difícil de construir.
Me ha ayudado sobre todo a comprender que nadie es nadie para juzgar los motivos porque se cometen atrocidades, no al menos fácilmente y a la ligera, y que todos somos capaces en un momento dado de vernos acorralados por las circunstancias, lo cual no nos exime de nuestra culpa tampoco, o libera de su culpa a los demás. Ha costado mucho tiempo lograr sistemas judiciales justos, y para dar un paso hacia delante en derecho civil, han hecho falta dar doscientos mil hacia atrás y poder darnos cuenta de lo terriblemente equivocados que podemos llegar a estar. Mucho más en Alemania, con su propio pasado.
Es un tema complicado, pero en el libro se plantea de una forma tan sencilla que abruma. Puede ser que el problema y la solución que plantea el libro estén a medio camino de esa diatriba. Estamos demasiado acostumbrados a discernir el bien del mal, a poner etiquetas, a tener una opinión rápida de las cosas y a no pensar en lo impensable, del mismo modo que yo no leía este libro por ser un Best-seller.
¿Tratar de comprender lo incomprensible, incluso con nosotros mismos?
En el fondo la lectura de El lector deja una sensación agridulce, y un sentimiento negativo y al mismo tiempo compasivo con los protagonistas. Pero quizás sea ese su mayor logro, el hacer reflexionar y pensar en las verdades ocultas, y en lo ilógico que puede ser el orgullo. Además en algunos tramos está deliciosamente escrito, y hay momentos en los que cae, como la vida misma, en un tedio burocrático absurdo y necesario.
Puedo decir, al menos, que lo empecé después de mucho tiempo de duda y lo he terminado, y que no me arrepiento para nada de haberlo leído, a pesar de mí. Aunque me hubiese gustado que terminase de otra forma…
(Tendremos que ver la película…)
(Buenas noches)