Evocación del otro

«Tarde o temprano me perderé en cadenas.
Una  vez en la vida
debo encontrar dentro de mí
una noche de agosto
mi alma perdida que arrojé al mar»
Agosto
Héroes del Silencio

No sé dónde comienza mi memoria. Ni sé qué es lo que debería contar aquí ante el vértigo horizontal y el vacío de la página en blanco. Desconozco qué recuerdos, qué alegría o tristeza, qué placer o dolor, pesan más dentro de mí, dentro de ese igual con el que dialogamos al explicarnos la vida y que construye nuestra identidad.

Sé lo que significas para mí, pero la consciencia no tiene un sentido temporal, es todo presente. Tanto el pasado más lejano como el futuro más distante están atados a una misma columna que es el pensamiento, la huella nombrada de lo que sentimos.

Pero puede que ese tú al que nombro ya no exista, o incluso que jamás existiera, como esas lecturas que dejan dentro de nosotros un mundo por habitar, como una calle soñada o un rostro hermoso en la multitud de un vagón de tren que no hemos de volver a ver jamás. Puede que tú jamás estuvieras allí, caminando a mi lado, bajando las escaleras de mi casa a oscuras, pasando las tardes conmigo bajo el cielo gris del otoño mientras las luces de la ciudad se reflejaban en los charcos, sacando la mano por la ventanilla del coche los veranos, jugando a contar los hombres calvos antes de volver a casa, si eran pares día de suerte, si eran impares también…

Existieras o no poco importa, poseo algo más valioso que la realidad, la capacidad de evocarte.

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