Quinta escena
Consuelo
(El hombre del traje blanco camina taciturno, pasados unos instantes se detiene sonriente, hablándole al ramo de flores)
SERAFÍN- Aunque el mundo haya quedado vacío para mí, sin tu voz, sin que nadie pronuncie mi nombre como tú lo hacías, sin que yo pueda escuchar más un te quiero de tu boca. Aunque el día no tenga más luz para mí, por mucho que brille el sol en el azul, y la noche sea más noche todavía, noche de amor oscura. Miro a mi alrededor y sólo me imagino a personas en torno de tu recuerdo, como ateridas manos frente al fuego. Nos dejaste tu amor encerrado en tus libros, nos dejaste tu pasión por la vida en tus obras de teatro, nos dejaste una huella imborrable a los que te conocimos, te rodeaste de amigos, los abrazaste con tu risa, con tu presencia, con tu alegría, con tus cartas. ¿Qué más se puede ser en esta vida, Federico? No necesitas una tumba, (arroja el ramo de rosas al público) ningún poeta necesita una tumba, el mundo es una inmensa tumba, la muerte es sólo un margen, el mar desde el que hoy nos llegan tus palabras. ¿No fue esa tu mayor lección para nosotros? Amabas, sentías, vivías y escribías póstumamente. Lo misterioso siempre estuvo a este
lado de la vida, con nosotros, como tú, para siempre con nosotros.
Quizás sea el destino el que yergue ejemplos de injusticia para mostrar a los hombres el horror, su propio horror cruel, infinitamente doloroso e inútil, como si así no quisiera volver a repetirse. No te han matado sólo a ti, no has muerto sólo tú contigo, han abierto una herida en el pecho del mundo para que a través de ti hallemos consuelo un día, un día de amor inmenso en el que la libertad habite los corazones de los hombres y los cicatrice con su abrazo, un abrazo de perdón, de dignidad, de recuerdo y memoria, de alegría, alegría de que estés para siempre entre nosotros como esta noche, noche de amor oscura.