La espera (Sólo somos un cómo)

Si está en ti acabarás por encontrarlo, algunos lo llaman destino, otros casualidad, quizás no tenga un nombre y no se le pueda poner una palabra encima. Simplemente espera y llegará.
A veces es como asomarse al vacío desde el último acantilado del mundo y saltar, otras veces es habitar un sueño que nos deparaba nuestra propia memoria, la proyección de todo cuanto habíamos esperado siempre. O quizás, piensas, todo existía de antemano como si estuviera escrito en algún lugar, y vivir tan sólo fuera leer un libro a solas que nadie más conoce y a nadie más le pertenece sino a ti mismo. Como si cada uno naciéramos para vivir ciertas cosas y pasar por ellas, o incluso con una cierta manera de pasar con ellas, somos un cómo, piensas, ni siquiera un quién, sólo un cómo.
Eso sí, piensas, eres tú el que pasa las páginas aunque no sepas cuándo ha de terminar tan incesante lectura y aunque no comprendas, como has comprendido otras veces, el sentido que tiene hasta que lo miras, desde la pura distancia del recuerdo, echando la vista atrás. Ha habido capítulos aciagos, otros llenos de luz y muchos en los que parecía no pasar nada, pero en los que la historia siempre avanzaba, porque no hace otra cosa que avanzar, inexorable, como tus latidos dentro del pecho. ¿Hacia dónde? ¿Hacia quién?
Espera, espérate tranquilo, primero has de llegar dentro de ti, como espera un amante a los pies de una puerta, como la oscura noche al claro día o como el río espera cayendo hasta su mar.