1 de abril de 1880




«¡Qué triste es amarlo todo sin saber lo que se ama! Parece que las estrellas compadecidas me hablan; pero como están tan lejos, no comprendo sus palabras.»


Juan Ramón Jiménez 

     Ferrán, el loco, le hablaba así a las estrellas antes de morir, la noche del 1 de abril de 1880:

«Ha habido que morir más de una vez, el tiempo es una serie de muertes sucesivas. Y ha habido que hundir el alma en todas las palabras, como aquella tarde en la que el sol se despidió de ti al final del mar, desatando tu niñez del cuerpo, como si en aquel lejano gesto cupiera una absoluta música. Y no sabíamos que el olvido, el de esas sucesivas muertes de uno en el otro, era la forma en que la luz se anidaba en nuestros corazones para romperlos. Y hubo que escribir palabras que nos contuvieran, porque sin ellas no quedaba nada y aun con ellas fue poca la ceniza que pudo levantarse. Se contemplaron los cuerpos, se perfiló el deseo trenzándose en caricias, se sintieron el uno en el otro, el uno en el otro hasta completar su ausencia. Mas quién al fin y al cabo es capaz de no quedarse solo, quién pudo destruirse hasta tal punto de transitar la desnudez de su memoria, donde quizás acaso un niño o una sombra nos espere.

No comprendemos la muerte, por eso ha habido que morir más de una vez, por eso hemos hundido el alma en todas las palabras…»

3 comentarios en “1 de abril de 1880

  1. Hubo que respirar aire viciado,
    vivir lo indeseable una vez más,
    y hechos estar de oscuridad perfecta
    para así retener todo el dolor,
    porque era ya lo único
    que nos dejaba ser reconocibles.»
    He visto algo de esto en tu fragmento, algo de ese aliento que ahora llevas tú magníficamente.
    Alex

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  2. Ya decía yo que el sonsonete de ese «hubo» me venía susurrado al oído desde dentro como una voluntad oscura. «Haber que» siempre suena mejor que «tener que», como a doble distancia.

    ¡Es verdad! Gracias por el comentario.
    🙂

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