Un recuerdo

Sus ojos eran del color del amanecer y la música estaba demasiado alta para tener una conversación. Supongo que gritábamos al hablarnos al oído. Llevábamos doce años sin vernos, nos saludamos con la efusividad impostada que surge a deshoras en la oscuridad de una discoteca, si hubiera sido por la calle un día de diario tan sólo nos hubiéramos mirado o saludado de pasada. Por su forma de hablar, de vestirse tan ceñida, ir tan bien peinada y su modo de tomarse la copa deduje que era bastante infeliz, su voz transmitía el hartazgo y la desesperación de sentir que la vida es un laberinto sin salida. Su cara era ya un rostro de mujer cansada. Me preguntó cómo me iba y se lo dije, un extraño brillo acudió a sus ojos. Me habló de mí como quien sonríe leyendo el final de un libro, de la persona que yo fui y que ella recordaba hace tiempo. Me vi rodeado de una imagen pretérita que parecía haber terminado en un montón de sueños cumplidos. No recordaba haber dicho ni haber hecho aquellas cosas que acudían a su memoria. Cuando le dije adiós parecía saber algo más de mí que yo desconocía.

Creo que nuestros sueños sólo se cumplen a ojos de los demás, y los de ella eran del color del amanecer.