Llueve, adoro la lluvia, los días grises, la ausencia del azul del cielo, las gotas en la ventana, los charcos en la calle, las aceras más grises y el asfalto más oscuro, las cabezas mojadas de los que han olvidado el paraguas, y las cabezas secas y a cubierto de los que se protegen bajo la tela y los alambres. El verde es más verde, y sobre el río caen las gotas formando ondas todas a la vez, me gusta sentir que se turbulenta el caudal. La lluvia sobre las fachadas de las casas como el sudor en la camisa de una mujer después de haber bailado, la lluvia sobre las alas de los pájaros, que esperan con su extraña e inocente paciencia animal sobre una farola, sobre los árboles, sobre un semáforo, sobre los tejados.
La de hoy es una lluvia fina, acariciadora, lenta, como si buscara refugiarse entre los pétalos de las flores, como una madre que reprende a sus hijos con delicadeza y les sube los cuellos del jersey. Hay tantas nubes en el cielo que parecen una sola. Es una lluvia sin tormenta, huidiza y tranquila, es una lluvia para olvidar, para ser capaz de olvidar…
La lluvia que empuja a los fumadores a buscar soportales y paradas de autobús para consumar su anhelo, hay algo de infantil en todo vicio. La lluvia que empuja a los ancianos a asomarse a las ventanas a pensar, con suerte, en los abrigos de sus nietos, a pensar en que no pueden bajar a comprar por si se resbalan, a pensar en nada, que es el mejor de los pensamientos.
¡Qué nostalgia de Braunschweig!
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estoy parando en un hotel en san telmo por trabajo, aca es cuando conoci a braunschweig, la verdad es que me re da nostalgia!
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