Para ti es todo silencio, sin embargo en tus pensamientos son todo imágenes y palabras, y parece que nunca caminas la realidad, sino la imagen a la que te perteneces, como si en todo aquello de lo que fuiste un día quedase una parte de ti, un rastro de consciencia propio e indisoluble. Silencio, repites, un silencio visible como el de un libro sobre una mesa. Nadie más lo conoce.
Una pareja de jóvenes sentada sobre la hierba junto a un árbol de parque, la sucia ciudad mojada de lluvia, conversaciones de coches aparcados en doble fila, la luna a lo lejos sobre todo, las luces apagadas de las casas, el tranquilo pitido del camión nocturno que recoge las basuras.
Siempre el silencio y siempre las imágenes. Un ticket de autobús de aquellas tardes, una horquilla de pelo debajo del asiento del copiloto, una entrada de cine desgastada (¿no es a veces eso tu alma?), niños con bolsas de chucherías por las calles, el sol entrando por las rendijas de la persiana de tu habitación, una espalda de mujer desnuda, una voz diciéndote al oído que te quiere, la puerta con rejas de un portal, una mujer que pasea a un perro, una fuente de la que no sale agua, compañeras que fuman en un descanso de trabajo, carretera y oscuridad, alguien detrás de la barra de un bar.
Tú siempre estás al otro lado, no sé qué no tratas de olvidar ni por qué. Te da pena ver un teclado viejo de ordenador, te da pena ver los coches con parejas que no se hablan, las prostitutas a las afueras de la ciudad vestían esta noche de blanco para que se las viera porque estaba lloviendo, iban abrigadas, algunas compartían paraguas. Hay veinte millones de euros para construir un puente, esas mujeres siguen ahí, los coches seguirán parando, lascivos, tristes e inhumanos.
El blanco de la página, el negro de las letras, las imágenes. El pomo corredero de una cerradura Azbe, una maceta en un balcón, el olor a limpio de un suelo recién fregado, sonido de correr de muebles, una manguera amarilla y larga, el agua fresca sobre la tierra ardiente, las ruedas de un coche que llega, una pared blanca que se desconcha. ¿No está entre aquellas paredes y aquel cielo tu vida? Aquel era tu sitio, el sitio donde aprendiste que el silencio es lo más importante porque te devuelve la realidad en su forma más pura, el canto sonámbulo de un mochuelo, una vespino que se pierde en la lejanía.
No, no quieres olvidar.
El silencio es también saber guardar los pensamientos…
Lo que nunca yo podré es saber guardar el pensamiento donde tú habitas, pues ese es mi sitio, en el que yo vivo…
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