Fantasía (todos los te quiero)

Todos los te quiero se dicen en presente.
Se suele decir que la incertidumbre es el signo de nuestros tiempos, y es cierto y es difícil vivir de la forma en la que lo hacemos ahora, en la que todo es volátil, mutable, prescindible, masificado, igual y al mismo tiempo enardecido por la individualidad. Desde la intimidad inconfesable a la vida que los otros conocen de nosotros, desde los que somos a los que parecemos ser.
A veces recuerdo unas palabras que leí de Kafka en las que decía que absolutamente todo era fantasía «Alles ist Fantasie». La frase encierra un misterio sincero, hermoso y terrible, nos explicamos la vida a base de suposiciones que nuestro pensamiento hace posibles. Según esas palabras, en su sentido más descarnado, hasta los afectos más profundos pudieron ser otros, pudimos tener otra familia, otra infancia, otros amigos, otra adolescencia, otra ciudad o lugar en el que vivir. Kafka acababa por decir que lo único que existía era un muro, un muro contra el que te estrellabas inevitablemente para sentir la realidad del dolor que te provocaba, ni siquiera un dolor en sí mismo, sino el que sentía cada uno, como si lo verdaderamente real y para lo que estamos creados fuera el desgarro, la dislocación, la capacidad de almacenar la destrucción contra nosotros mismos, el muro o la muerte, lo mismo da, están ahí queramos o no, impertérritos e inexorables. Sabemos de antemano que vamos a perderlo todo algún día, no es una moda barroca o romántica, los cementerios siguen llenándose de cuerpos a diario y más tarde o más temprano, nuestro nombre será inscrito en un registro destinado a tales efectos.
¿Qué nos queda? ¿Qué es verdaderamente real?
A nosotros nada, a los demás su fantasía. Queda sobre todo lo que hagamos con nuestra vida, queda lo que dejemos hecho y lo que dejemos en los demás, en las elucubraciones de su fantasía, un gesto que nos definirá invisibles para siempre, una frase, unos pocos libros, unos vasos bien vacíos, carcajadas, conversaciones, la ocre luz de la tarde atravesando las cortinas de una habitación tocando una espalda, una luna estival e infantil.
Y así, que es lo que venía a decir hoy, y con toda la fantasía de la que soy capaz, para no olvidarte le he puesto tu nombre al azul del cielo, a las calles el sonido y la forma de tus pasos, a las horas que pasan la mágica cadencia y el compás de tus latidos y a mis pensamientos, a mis pensamientos la imagen sonora de tu voz.
Todos los te quiero se dicen en presente.