Criterio

«Kannst du nicht Allen gefallen durch deine Tat und dein Kunstwerk,
Mach’ es Wenigen recht; Vielen gefallen, ist schlimm.»
Friedrich Schiller
(«No puedes gustar a todos con lo que haces y con tu obra de arte,
agrada a unos pocos; gustar a muchos es malo»)

Lo he pensado infinidad de veces, sin embargo, es un pensamiento muy difícil de definir: El criterio. ¿Cuál es el criterio que hay que seguir? ¿Hace falta un criterio?
En todo lo que nos gusta hay algo de nosotros, una identidad que se revela y que se refleja en nosotros hacia nosotros y busca reencontrarse en sí mismo. El reflejo es involuntario, como el que sucede con la luz en un espejo, sin embargo el problema es el espejo, nosotros mismos como recreadores de ese reflejo y de esa identidad. Todo se suele resolver en nuestros días con: «Para gustos lo colores» o «Cada uno piensa lo que quiere…». Lo cual es por un lado cierto, ciertísimo, tan cierto que no hace falta decirlo porque siempre ha sido así. Es como decir que el sol ilumina.
Pongamos un ejemplo: Si me pongo a dar golpes con la mano en una puerta a un determinado ritmo, habrá quien defienda a ultranza que eso es música, y habrá quien piense que no lo es, que es un tipo dando golpes a una puerta.
Si silbo una melodía, habrá quien piense que eso es música y habrá quien piense que es una persona silbando, sin más trascendencia.
En todo caso, creo que la intención del que da golpes en la puerta o el que silba es lo que cuenta, por lo que signifique ese acto en el momento en el que lo realiza. Creo que ahí debería comenzar todo tipo de criterio, en la intención del que realiza algo y en el mensaje de esa intención, en lo que transmite esa intención, y en si consigue lo que se propone.
El problema se multiplica exponencialmente, puesto que las intenciones pueden ser infinitas y las maneras de comprender las intenciones más infinitas todavía. De ahí que estalle todo en un relativismo de magnitudes oceánicas donde todo vale. ¿Todo vale?
Yo admito, por ejemplo, que no tengo ni la más mínima idea de dibujar. Puesto que cuando tengo la intención de dibujar a una persona, me sale una cosa completamente diferente a lo que me propongo, no cumplo ni con la mínima propia expectativa de suficiencia que se exige cualquiera cuando hace cualquier cosa. Ahora bien, si cojo un bote de pintura, lo arrojo a un lienzo y le doy dos trazos de azul y de negro y lo llamo «Fugacidad del ser en torno al alma», entonces habrá quien considere que eso es arte. ¿Es eso justo? ¿Es eso criterio? ¿De verdad vale todo?
¿Hay gente que se emociona de verdad escuchando Reguetón (o como quieran escribirlo), David Bisbal o la última canción de Conchita (con perdón de las dos personas que se encuentren detrás de esas canciones, que tendrán su vida como todos, supongo)? Si la intención es vender discos y que lo pongan en la radio, cumplen sus expectativas con creces, puesto que se pueden permitir accionar los mecanismos que empujan a las personas a creer que eso es música e incluso, que lleguen a emocionarse escuchándolo, ya ahí no entro siquiera. ¿Pero realmente lo es, es eso música, o es una hamburguesa, o una camiseta de la marca X? ¿Cual es el criterio si todo vale?
Me remito como siempre a la etimología, que es una de las cosas que más me apasionan de la vida, y criterio significa en su origen: juzgar. Quizás sea mucho pedir a la gente, que tengan criterio, presupone respeto y consciencia de unos mínimos cánones, presupone educación, tiempo, reflexión, indagación en lo que se siente ante determinadas obras de arte, ya sea música, pintura, literatura, escultura, fotografía, cine… Hay miedo a juzgar las cosas como malas o buenas, o más que miedo, hay miedo a hablar de las cosas, hay miedo a pensar y dedicarles tiempo, hay miedo a pensar lo que sentimos… Miedo a pensar… Ni siquiera miedo, hay una especie de tedio generalizado y cansancio neuronal, puesto que pensar, lectoras y lectores, no da dinero a simple vista.
El único criterio por el que se mueve el mundo, en la inmensa mayoría de los casos es ese, el dinero. ¿Es rentable? ¿Vende? ¿Se venden los discos? ¿Se venden los libros y los cuadros? No me extraña que Van Gogh terminara por suicidarse y que Cervantes muriese de inanición en un mundo como el nuestro, que luego es capaz, irónicamente, de encumbrarlos… ¿Qué importa verdad?
Tener criterio no nos hace mejores, nos hace más sensibles, puesto que somos más conscientes, es como un sexto sentido que fortalece al resto… Provoca muchas amarguras, sí, puesto que se es más consciente de la inmundicia (lo que comúnmente se conoce como caspa), pero es lo único que puede brindarnos la felicidad más absoluta y verdadera, la de saber que estamos ante algo único y que lo tratamos de asimilar en su más profunda totalidad. Y sobre todo, un humildérrimo consejo: Jamás intentéis convencer a nadie de que vuestro criterio es valioso o siquiera de que existe, lo mismo que una estrella no tiene que convencer a nadie por su brillo, simplemente se percibe, se da, se entrega, se disfruta a lo lejos en el cielo.
Hay una frase muy española que me hace mucha gracia y me llega al alma, idiomáticamente hablando no territorial, ni fronterizamente, ni por envanecimiento patriótico, si no por el idioma llanamente, que es: (Lo demás) Eso ni se considera.
Tengan ustedes criterio, y sepan discernir lo excelso de lo superfluo, lo verdaderamente hermoso de la mercancía. La belleza está ahí, en la intención del que hace algo y los que recreamos esa intención en nosotros.