Me prescriben líquido y que guarde reposo. Si el dolor de cabeza amaina, releo, casi como terapia para recordar quién era. Es el único reposo que encuentro, esperando que la cosa se resuelva en un sentido o en otro, como dice Bukowski.
Lo único bueno de pasar un catarro tan tremendo es la sensación de prescindibilidad, más allá de unas pruebas de imprenta que requieran una revisión urgente como traductor o del cariño y la preocupación de las personas más allegadas, el mundo sigue ahí afuera con sus coches calle abajo, cayó una buena nevada y se deshizo la nieve, el servicio de mensajería sigue llegando a la misma hora, se celebra la gala de los Oscar, siguen ocurriendo milagros y desgracias por doquier. Por doquier es una expresión antigua y cómica, es extraño escribir tumbado desde la pantalla de un móvil. Quizá el mundo sea lo que sigue aquí adentro: reconocer la lentitud del día, las formas de la luz sobre las paredes, los pasos en el portal, el sonido de la cafetera al otro lado de la casa, el programa de radio que se deja de fondo por ocupar un espacio. Soy muy mal enfermo, lo reconozco, no sé guardar reposo, soy un fingidor pessoaniano sin fingir las dolencias que siento, pero sí el reposo que guardo. Disimulo, leo a hurtadillas, me hago el dormido y me quedo pensando en si mi fiebre se parece a la de Raskólnikov o si ya me he convertido en Gregor Samsa y me veo colgado bocabajo de la foto de la cómoda.
Todo ello mientras siento que me arden los pómulos. No hace nada de gracia, aunque parezca una broma. Guardar reposo no es lo mío…
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Un pensador, no tiene reposo. Tendrá sueños leves, profundos, pero el ojo se abra para buscar la palabra la imagen. Sólo el músculo duerme como dice algún tango.
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Gracias por tus palabras, Rubén, sólo el músculo duerme.
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Grande Bukowski… siempre grande!
Por cierto, leí «El cuaderno rojo», me encantó. Seguiré leyendo más cosas de Paul Auster, en cierto modo me recuerda un poco a nuestro amigo Hank. Que te mejores, Fer. Besos.
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El capítulo de los traductores en la campiña es más real que la vida. Aquí sigo yaciendo, en los brazos de la fiebre que aún abarca mi frente, que diría Bunbury.
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El recuerdo de ese pastel de cebollas, trajo los de nuestros comienzos en tierras americanas. Todo lo que dice Bunbury es pura poesía. :))
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Ponte bueno pronto 😊😙
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En ello estoy.
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