Lo más cerca que nunca puedo estar del horizonte es teniendo un libro entre las manos, entre una página de mar u otra de cielo. Es entonces, al leer, cuando se terminan de escribir las palabras que leo, como la luz del sol o de la luna sobre las aguas y cada página que paso es una ola que llega y que muere en la orilla de mis ojos.
Leer es observar el horizonte yuxtapuesto. Lo más cerca que nunca puedo estar de mí es al leer, porque me espejo sobre las palabras con la reciprocidad con la que se piensan dos amantes ausentes en sus sueños.
Todo recuerdo es una sugestión en la que no puede haber nadie más, sino el que recuerda. Leer, entonces, es recordarse, es recordarse en otro mar y en otro cielo: lo más cerca que jamás podré estar del horizonte, lo más cerca que nunca podré estar de mí.
Esa continuidad con lo que otro ha escrito
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lo que nos aúna con el paisaje
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Casi tanto como la luz suave de Photoshop, muchas gracias por el comentario. Un saludo.
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Pingback: Los libros suenan a mar — El tintero – Los escribas
¡Mil gracias por compartirlo en vuestra revista!
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