La voz de un corazón en la garganta: reseña de «Buenas noches, cuentos de miedo para dormir mejor» de Esther Paredes

Me crucé, por una extraña y feliz casualidad, con las palabras de Esther Paredes y su blog El escondite del miedo; en la entrada del 7 de noviembre explicaba en qué circunstancias había escrito los cuentos del libro «Buenas noches, cuentos de miedo para dormir mejor» y daba emocionada cuenta de su presentación.

Esther Paredes escribe para sobrevivir a un insomnio desgarrador y conquistar cada latido golpe a golpe de tecla (ya fuera de la primera Olivetti que le regalaron con nueve años o de su actual ordenador), de ahí el sencillo título del volumen: «Buenas noches». Lo que para todo el mundo es una simple despedida nocturna, se torna un tortuoso regreso a la vigilia, a la noche en vela. El Romanticismo Alemán más tardío acuñó el concepto «unheimlich» para este tipo de sensaciones: lo que siempre está presente -heimlich: hogareño- pero se revela como algo aterrador, como ocurre en los cuentos de E.T.A. Hoffmann y del que bebieron autores como Edgar Allan Poe o el celebérrimo Stephen King.

Lo primero que llama la atención del libro es su increíble portada, llevada a cabo por el ilustrador Carlos Simón Abadía, autor también de las magníficas ilustraciones que acompañan a algunos de los cuentos. Considero un acierto que no se hayan impreso los créditos del libro sobre la cubierta, la desnudez del dibujo y su hipnótica belleza invitan a la lectura y hacen del libro un objeto hermosísimo. La obra de Paredes es una recopilación de veinte historias siniestras en las que la verosimilitud se entrevera con la fantasía más lúgubre y luctuosa. Se trata de una prosa directa, sin concesiones, lacónica e intensa, podría decirse que, en ocasiones, es una prosa cinematográfica -en el buen sentido de la palabra-, mientras que en otros pasajes es despojada, honesta, directa y lacerante. Es en este último caso donde los cuentos de Esther Paredes adquieren una mayor altura o, si se prefiere, una carga emocional tan asombrosa que su lectura deja pensativo, lo que considero como una de la mayores y más difíciles tareas de la literatura: hacer sentir y hacer pensar. Cuentos como Me quedaré contigo, El umbral, La libélula, Un extraño libro, Feroz o El árbol seco van un paso más allá del género del cuento de terror, para convertirse en auténticas metáforas kafkianas de lo que supone aceptar la conciencia de desaparición o de rebelarse contra ella mediante la mirada de las palabras, mediante la fantasía. Es como si en el libro hubiese dos autoras muy diferenciadas: la que se divierte y la que sufre escribiendo, la lúdica y la maltrecha.

Es muy probable que los lectores de Buenas noches no salgan con vida de sus páginas y se queden atrapados para siempre en la trastienda de una librería junto a una enorme libélula o convertidos en un árbol, en un árbol seco que ya no puede ir a ninguna parte, y que, cuando vuelvan a despertarse tras la lectura, sigan leyendo un extraño libro que los ha atrapado.

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12 comentarios en “La voz de un corazón en la garganta: reseña de «Buenas noches, cuentos de miedo para dormir mejor» de Esther Paredes

  1. Fernando tu reseña ha sido un golpe seco en mi pecho. Ha sido un golpe que ha originado una vibración, una sacudida. Es brillante tu manera de leer entrelíneas y fascinante tu manera exquisita de escribir. Gracias por leer mi libro con interés porque para mí eres un maestro del que aprender. He encontrado varios en mi vida pero hacía tiempo que andaba a tientas.

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  2. Gracias a ti, Esther. He leído el libro de una tacada y he escrito la reseña unas horas después, lo cual no es mérito solo mío. No me llames maestro que me haces mayor de lo que seré jamás en la vida.

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  3. Comparto contigo, que la buena literatura es la que te hace sentir, la que te hace pensar. Yo, a tu forma de escribir, a tu literatura añadiría:»Te hace querer aprender, querer ser…».
    (como pieza de marketing eres un crack 😉 )

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    • La tuya también lo era y bien entretenida, tanto que me animé a comentar y compartir mi pasión por Kafka. Gracias por comentar, Marina.

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