Invisible

Me quieres así, invisible. Vas en el coche y soy invisible, y en tus conversaciones también lo soy. En tus planes soy invisible, y creo que estoy empezando a querer ser invisible para siempre, por todos los días que no lo fui o no lo he sido, y así no pierdan el valor que todavía tienen dentro de mí.

Y la ciudad se ha vuelto invisible y mis pasos son los pasos de alguien invisible, que ya no sabe sino caminar solo, escuchando sus pasos solitarios, cantando con la voz de los pensamientos «ningún sitio a donde ir, ninguno al que regresar».
Lo quieres así, me quieres invisible, como un libro ya leído, como un coche aparcado, como un bote de bolígrafos secos, como olvidadas pinturas de niño en un cajón de casa.
Presente e invisible, como una habitación cerrada -sellada si quieres-, como la línea del horizonte por la que se pierde el mar, como la infancia en los ojos de los hombres, como el silencio, como un perchero en verano, como los pensamientos de alguien que duerme, como cada hora que no ha de regresar para que seamos nosotros dos nosotros.
Tú y yo, y yo invisible.

2 comentarios en “Invisible

  1. Gracias por pasarte a leer y por comentar.

    Creo como tú que el ángulo desde el que se ven los pequeños detalles es el más importante o incluso el único imprescindible, en eso llevas razón.

    Pero a veces es inevitable, nos sentimos invisibles.

    (Gracias, otra vez, por un comentario tan cercano).

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